jueves, 2 de julio de 2015

De la última transformación

 El niño se acercó al viejo sin vergüenza alguna, y cuando éste le dirigió la mirada, comenzó a hablarle «¿Qué has venido a hacer aquí?, preguntó. Estás solo, muy pensativo.» 
El viejo, con una tenue sonrisa le respondió:  «Disfruto de la soledad, de la lenta y reflexiva charla que tengo conmigo mismo, y de la música que la naturaleza produce a mi alrededor. Y bien, ¿Cuál es tu nombre?.» «Hugo, así me llamo.» «Bien, Hugo, le comentó mientras se erguía hacia él. ¿Por qué no compartes la diversión de tus amigos?.» «No son mis amigos, dicen que no puedo serlo porque aún poseo el pecado original. También dicen que arderé en el infierno cuando muera, que dios no me perdonará.» «Buenos cristianos son... ¿Eso te asusta?.» «No, no creo en dios, tampoco creo que exista el infierno, y si existen ambas cosas, posiblemente me perdone por ignorante.» 

 A continuación, el viejo agarró al niño por los hombros:
«Haces bien en no temer si es lo que crees. Debes de temer al "Tú debes", Hugo, persigue tus caprichos, 
sé siempre un niño.»

                              Hugo (?-?)