Mi garganta se ahoga entre los inestables delirios por los
que un día fui diagnosticada. Mi cuerpo, tembloroso, solo busca realizar mi
última voluntad. Mis lúgubres lágrimas empapan lo que escribo - “GRACIAS PAPÁ-
cada palabra se hace más pesada, todo me pesa cada vez más - , GRACIAS MAMÁ,
GRACIAS POR HABERME DADO LA VIDA PERO YA NO PUEDO MÁS. SE ME HAN ACABADO LAS
FUERZAS PARA VIVIR. LO SIENTO. OS QUIERO MUCHÍSIMO. ALICIA.”
Mi corazón es un ancla que me atrae hacia el frío suelo. La
cuchilla del sacapuntas me susurra, me llama, me grita. Aquella amiga que me
acompañó el primer día quiere volver a hacerlo más intensamente. Esta vez será
la última. Mis lágrimas se mezclan con aquellas color carmesí, que poco a poco
están perdiendo su intenso color. Todo pierde su color y la oscuridad absorbe
mi alrededor. Mi cabeza ya no obedece... todo está oscuro... oscuro...
oscuro...