domingo, 23 de marzo de 2014

Máscaras.

- ¡Mierda!
- ¿De dónde surge esa furia?
- Lo sabes bien.
- Conozco el hecho al que se debe, no el motivo.
- ... ¿De verdad no te da rabia?.
- Al contrario, ¿Qué ves?
- ... A los dos... ¡¡Juntos!!
- ¿Qué más?
- No empieces con tus juegos, sabes que no me gustan.
- Es feliz.
- Eso parece...
- No, no lo parece. Es feliz. No te engañes.
- Así nunca conseguirás nada.
- Ya lo he conseguido, querido compañero.
- ¡¿Cómo puedes dar tanto asco?! ¡Me repugnas! ¡Arg!
- Esa ira no te llevará a nada. Cada día que se torna al pasado te haces más débil en el cuerpo que habitas.
-¡El que debería de largarse eres tú!
- ¿Quién sabe? Pero sí existe una verdad. Cada día, desde hace media década, me hago más fuerte y, por lo tanto, tú te haces más débil. Llegará el día en el que desaparezcas totalmente.
- ...
- Tan solo eres una aberración. Un producto criado en las entrañas de una sociedad donde las personas solo quieren tener y poseer.
- Maldito el día en el que surgiste. Tan solo quiero que esté conmigo.
- Sabes que no es para ti. Ya es imposible, recuerda lo que te dijo y recuerda cómo es.
- Sí, lo recuerdo. No se despidió como debía.
- ¡Shh! No sigas por ahí. Hasta tú sabes que la aprecias con todo tu ser. Ya es imposible.
- ¿Entonces?
- Hazte esa misma pregunta, ¿Entonces? ¿Cuál es el siguiente objetivo que buscas?
- Que sea feliz...
- Bienvenido, hermano.


¡No olvides ser feliz!

Sin título.

Es ese espíritu de desobediencia que surge en nuestro interior.
Es ese fuego que abrasa cada uno de los niveles de nuestro cuerpo.
Es ese alarido que escala desde nuestros cimientos hasta su salida.
Es esa locura que se apiada momentáneamente de nuestro cuerpo.
Es ese No.
Es ese Basta.
Es esa Nada.

Lo que nos hace humanos.

domingo, 9 de marzo de 2014

Prólogo

Veía, a través de los preciosos ventanales que reflejaban su alma desnuda, como el fuego ardía en su interior. Divisaba el espíritu de rebeldía que hacía diferente aquel bello Ser sobre las demás . Así fue como observé mi perfección envuelta en piel, poseedora de unas perlas color miel, con las que obtenía su especial visión del mundo. Su carbónico y extenso cabello caía sobre sus pechos y balbuceaba, al son de los bruscos movimientos con los que intentaba librarse de los grilletes que ahora poseía. A pesar de estos,  su agresiva mirada introducía miedo en aquellas pobres almas que en algún momento le hicieron prisionera.

Allí estaba yo. Absorto ante la escena que cambiaría el rumbo de mi existencia.